Seminario Interuniversitario de Investigadores del Fascismo

Continuación del debate sobre la experiencia fascista, la naturaleza del franquismo y la crisis de la conciencia liberal entre Miguel Ángel del Arco y Ferran Gallego (2ª parte)

Continuando con el debate entre Miguel Ángel del Arco y Ferran Gallego os presentamos la segunda parte de éste, donde ambos siguen intercambiando sus puntos de vista en torno a la naturaleza del franquismo a través de perspectivas que abundan en visiones amplias del siglo XX europeo, en el análisis transnacional y, sobre todo, en el estudio de aspectos concretos de diferentes experiencias fascistas de la Europa de entreguerras. Más allá de los resultados y conclusiones que cada cual pueda extraer de este intercambio de ideas en curso –sobre todo en lo que se refiere a la postura que cada autor defiende y a los puntos en que estos se centran– lo cierto es que tanto del Arco como Gallego están contribuyendo activamente a promover una cultura académica basada en el debate directo, todo ello gracias a las enormes posibilidades que nos brinda la red para el intercambio y difusión inmediata de conocimientos e ideas. Nada de esto es casual, sobre todo dada la sentida vocación de ambos autores por todo lo relacionado con lo humano y lo social, que trasluce a cada momento en sus trabajos y en los textos que aquí presentamos abiertamente para todo aquel que quiera sumergirse en su intenso diálogo. Todo lo anteriormente reseñado, qué duda cabe, los convierte de algún modo en pioneros de un nuevo modo de entender la historia en nuestro país que, hasta cierto punto, pasa por el propio SIdIF, lo cual nos hace sentir orgullosos y, al mismo tiempo, nos hace asumir una mayor responsabilidad.

Mussolini se dirige a las multitudes desde el balcón del Palazzo Venezia

Mussolini se dirige a las multitudes desde el balcón del Palazzo Venezia

Ambos autores coinciden de forma apasionada en la necesidad de tomar en serio el fascismo, una responsabilidad de todo historiador del siglo XX que se precie, un auténtico desafío intelectual que debe ser abordado con cautela y, también, con pasión. Dos de los primeros en mostrar de un modo más evidente y perspicaz esta preocupación fueron Victor Klemperer, Klaus Theweleit y Tim Mason, todos ellos víctimas del fascismo a su modo –el primero de forma mucho más clara y evidente– y los dos primeros conocedores de primera mano de su psyche y modus operandi. Quizás, volver sobre nuestros pasos y reencontrarnos con ellos nos sirva para reenfocar y ampliar nuestra comprensión del fascismo, encajonada en muchas ocasiones en las visiones historiográficas dominantes propias de cada momento. Esto es un poco lo que pretenden también, cada uno a su manera, del Arco y Gallego, cuyo debate puede resultar inspirador a la hora de buscar nuevas comprensiones del fascismo y el siglo XX en su conjunto, por qué no. De ahí, también, que en alguna ocasión haya podido hablar personalmente con el propio Ferran Gallego de la necesidad de empaparnos de las enseñanzas de los estudios subalternos, que en nuestro caso podrían ser útiles a la hora de señalar la necesidad de “descolonizar” nuestra comprensión del fascismo, mediatizada por años de tradición historiográfica y, en definitiva, por cómo éste ha sido concebido de acuerdo con los casos alemán e italiano, los únicos en los que parece darse una experiencia fascista pura. Ello no supone renunciar a las visiones transnacionales y comparadas, tal y como se ve en los propios textos, sino tratar de contemplar desde otro prisma algunas cuestiones y fenómenos fundamentales de nuestro siglo, como pueda ser la guerra civil española o el propio franquismo.

Franco habla para las Organizaciones Juveniles en 1939, justo después de la toma de Madrid.

Franco habla para las Organizaciones Juveniles en 1939, justo después de la toma de Madrid.

Así pues, parece haber acuerdo en torno a diferentes cuestiones básicas, aunque con diferencias importantes en lo que respecta a la postura adoptada frente a éstas. En primer lugar, tal y como señala el propio del Arco, la importancia de la guerra civil como momento absolutamente extraordinario en la historia de España, generadora de profundas transformaciones a todos los niveles. En segundo lugar, y esto es algo en lo que cada vez insisten más colegas, la necesidad de abundar en nuestros esfuerzos por integrar el recorrido histórico de España en el marco de la historia europea, yendo más allá del periodo de entreguerras, como propone el propio Ferran Gallego en su texto o tal y como lo está haciendo Carlos Domper en sus últimos trabajos. Sin las dinámicas dominantes en los puntos calientes del continente resulta incomprensible lo ocurrido en España, que también llegará a ser en muchos momentos del siglo XX un punto caliente del continente con capacidad de proyección sobre la experiencia política y la vida de millones de personas de todo el mundo. En tercer lugar, tal y como ya avanzaba más arriba, ambos coinciden en la necesidad de revisar ese “consenso” que se ha generado en torno a las tesis de Roger Griffin, problemáticas en el análisis y comprensión del periodo, si bien útiles para la reflexión. Sin duda, la obra del británico se basa en un esquema demasiado cerrado y rígido, quizás poco operativo a la hora de abordar casos periféricos, por mucho que ha ahondado en casos como el de la Guardia de Hierro y ha dirigido a doctorandos como Jakub Drabik, especializado en el fascismo checo. Si bien es cierto que enfoques como el suyo dejan en muchas ocasiones reduce esos casos periféricos a meras anécdotas identificadas exclusivamente con determinadas siglas políticas, no es menos cierto que su trabajo tiene una validez indudable en múltiples aspectos. Él mismo ha defendido con vehemencia la necesidad de entender el fascismo como proceso, algo que percibimos en su definición del fenómeno como cultura política sincrética con gran capacidad de generar síntesis y sinergias –no por casualidad, Griffin se refiere al fascismo como “ameba voraz”, algo que no deja de encajar con la interpretación defendida por el propio Gallego, quien no obstante muestra un fresco mucho más amplio que da cabida a fuerzas culturales, políticas y sociales situadas más allá de las vanguardias–. En cualquier caso, lo que sí parece estar entre las prioridades de ambos autores es la necesidad de huir del fascismo genérico, optando a su vez por acercarnos al fascismo como el resultado de un proceso complejo. Finalmente, tanto del Arco como Gallego coinciden en señalar la llegada de nuevos hombres a la política a través del nuevo estado franquista, sobre todo gracias a la experiencia liminal de la guerra civil, su hito legitimador y fundacional, así como la importancia del partido único como factor amalgamador y correa de transmisión.

"¡Un pueblo, un imperio, un caudillo!" Postal del año 38 que escenifica la unidad de los alemanes en torno al mito de Hitler, un recurso que acabaría resultando muy efectivo.

«¡Un pueblo, un imperio, un caudillo!» Postal del año 38 que escenifica la unidad de los alemanes en torno al mito de Hitler, un recurso que acabaría resultando muy efectivo.

Algunas de las principales reflexiones y discusiones de esta segunda parte del debate han girado en torno a cuestiones metodológicas de gran interés, y dada su enjundia no es difícil imaginar que el debate en torno a éstas tenga continuidad en futuras participaciones, ya sea por parte de los propios del Arco y Gallego o de aquellos y aquellas que decidan sumarse al diálogo. Concretamente, ambos mantienen una interesante discusión en torno a la prioridad de la observación-interpretación del pasado y la conceptualización en base a la propia experiencia histórica objeto de estudio. Del Arco sostiene que es más importante explicar lo sucedido a través de la experiencia de los individuos corrientes a nivel local y cotidiano que conceptualizar, sin embargo, Gallego entiende que es necesario conceptualizar para hacer aprehensible la realidad que analizamos y pretendemos explicar, pues al fin y al cabo la conceptualización forma parte de la interpretación, siendo su objetivo captar los matices y la heterogeneidad del proceso y el momento observados. Al mismo tiempo, el historiador catalán deja algunas ideas interesantes sobre la compleja relación entre conceptos y realidad, sobre todo porque entiende que dicha realidad ya ha sido conceptualizada o codificada conceptualmente in situ, es decir, en el mismo momento en que ocurre, con lo cual ya nos es dada bajo una forma conceptualizada, algo necesario en la relación de los individuos con su entorno tanto próximo como más lejano. Así, fascismo y antifascismo fueron conceptos movilizadores, pero también formas de identificación colectiva que dotaban de sentido a la realidad. Al final, sostiene Gallego, es la conceptualización lo que permite conectar la experiencia de millones de hombres y mujeres con su sentido político-cultural más amplio y con el marco general en que tuvo lugar.

En plena modernidad, el discurso político llegaría a la sociedad por múltiples vías impregnándolo todo y permeando de múltiples formas la cotidianeidad misma.

En plena modernidad, el discurso político llegaría hasta la sociedad por múltiples vías impregnándolo todo y permeando de múltiples formas la cotidianeidad.

De forma muy legítima, del Arco plantea una reflexión a modo de precaución metodológica que ciertamente siempre habría que tener presente, y es que “el problema de las ideas, de los conceptos y de las ideologías es, en el proceso histórico, cómo son recepcionadas, acogidas e interpretadas por los sujetos que las reciben”. (p. 9) He aquí un quid de la cuestión, qué duda cabe, y una motivación importante, a la par que una guía, para realizar futuros análisis que ayudarán a esclarecer algunos aspectos de la experiencia política. No obstante, merece la pena señalar que ni un militante nacionalsocialista cualquiera ni tampoco muchos comunistas –seguramente en este caso menos, por las dificultades teóricas que implica la asunción de las tesis del marxismo en sus diferentes variantes políticas, algo que el cine del bloque soviético reflejó con grandes dosis de humor, y pienso por ejemplo en ¿Te acuerdas de Dolly Bell?, de Emir Kusturica– aprehendían la ideología de una forma precisa, sino más bien parcial y selectiva, de ahí que sea más correcto hablar de cultura política, porque lo que hacían en realidad era dotarse de una cultura. En mi opinión, el discurso fascista sí condicionó decisivamente y a todos los niveles la cotidianeidad, usos y costumbres de todas las sociedades en las que se instauró como cultura política hegemónica, y en la adopción de muchos de sus presupuestos básicos encontramos una explicación más a su solidez y duración. Seguramente el caso español sea una buena muestra de ello, pero eso no deja de ser una mera intuición que requiere de ulteriores estudios para obtener confirmaciónffascista

Franco es aclamado en la plaza de toros de Barcelona en 1951. Este tipo de acontecimientos sociales servirían como sanción de los valores y costumbres de las clases medias españolas, hegemonizándolos y aportando estabilidad y continuidad por medio de su promoción.

Franco es aclamado en la plaza de toros de Barcelona en 1951. Este tipo de acontecimientos sociales servirían como sanción de los valores y costumbres de las clases medias españolas, hegemonizándolos y aportando estabilidad y continuidad por medio de su promoción.

Frente a las apuestas metodológicas de del Arco, Gallego advierte contra el peligro de considerar lo local como única realidad, pues la mera agregación de estudios locales o de casos concretos no tiene por qué acercarnos necesariamente a una mejor comprensión de los fenómenos abordados, aunque realizados en el sentido correcto contribuyen a ello, naturalmente. Y es que, Gallego entiende que es imposible sustraer el discurso de la realidad social como algo que se genera al margen de ésta, sobre todo porque según él mismo señala es esencial en la comprensión de identidades y percepciones colectivas, esencial en el modo en que se autoreferencian millones de personas, más aún si cabe en plena modernidad. Las realidades locales, no lo olvidemos, se sustentan o justifican en su lealtad –o no, pero en ese caso responde a ella, con lo cual reconoce su existencia– a una realidad más amplia y no menos determinante de carácter nacional-estatal, por lo tanto cabe indagar en su relación, en cómo se influencian y dialogan, cómo encajan y en qué medida son deudoras la una de la otra, una tarea que desde luego no es para nada sencilla. No por casualidad, Gallego defiende que el fascismo se basa en “la necesidad de cohesionar lo heterogéneo a través de una empresa nacional”, en “dotar de una misma conciencia, de unos mismos valores, de un mismo conjunto de creencias”. No obstante, la divergencia entre el ámbito del discurso y la intelectualidad (el desfase, si se quiere) y el de la vida cotidiana a niveles locales y regionales por los más diversos motivos es algo natural e inevitable que, por lo demás, ya observó en su día Klemperer al narrar su experiencia con las comunidades católicas del norte de Baviera en la primera mitad de 1945. El autor alemán deja interesantes reflexiones sobre el modo en que estas comunidades católicas habían vivido bajo el nacionalsocialismo y habían sido permeadas por él, finalmente el lector puede ver que a pesar de manifestar importantes desacuerdos nada de ello había imposibilitado el acatamiento y la colaboración, incluso el entusiasmo. La realidad es que nunca encontraremos en ningún caso un encaje perfecto, y serán más bien sutilezas o trazos mucho más amplios los que nos darán las medida de las cosas.

Misa de campaña de los requetes carlistas en algún momento de la guerra civil. El catolicismo y el nacionalismo fueron los elementos cohesionadores de la fuerzas que confluyeron en torno al franquismo, siendo ambas consustanciales al fascismo español.

Misa de campaña de los requetes carlistas en algún momento de la guerra civil. El catolicismo y el nacionalismo fueron los elementos cohesionadores de la fuerzas que confluyeron en torno al franquismo, siendo ambas consustanciales al fascismo español.

Por otro lado, Miguel Ángel del Arco entiende que su diferencia con Ferran Gallego radica en una comprensión diferente del fascismo como fenómeno, lo cual condicionaría inevitablemente la conclusiones a las que llegaría cada uno. No obstante, Gallego cree que antes que eso existe en España cierta “extrañeza social” en lo que se refiere a la relación entre fascismo y franquismo, algo que tiene mucho que ver con cuestiones políticas, por mucho que no sea lo que condiciona la percepción de muchos historiadores –y entiende que no es el caso de del Arco, por supuesto–. Efectivamente, hay motivos para pensar que ha habido intentos de toda clase por amortiguar o desactivar el potencial corrosivo que implicaría asociar al franquismo con el fascismo. Por eso, Gallego sostiene en referencia a las críticas realizadas por del Arco en su propio texto que el fascismo no se entiende por la cantidad y grado de violencia desplegada, sino por la calidad, objetivos y consecuencias de ésta, y en este sentido la violencia desplegada desde el 18 de julio tiene una clara dimensión epocal relacionada con la que pondrían en práctica fascismos como el italiano, el alemán o el croata, tanto antes como después de su llegada al poder. Así ha quedado demostrado en un estudio paradigmático como es Hasta la raíz, de Javier Rodrigo.

Militantes falangistas ante la placa de los caídos del Barça en defensa de España, en el viejo campo de Les Corts. La violencia, tanto la propia como la ajena, se convirtieron en instrumentos de decantación social, política y cultural.

Militantes falangistas ante la placa de los caídos del Barça en defensa de España, en el viejo campo de Les Corts. La violencia, tanto la propia como la ajena, se convirtieron en instrumentos de decantación social, política y cultural.

En mi función como moderador de este debate creo necesario señalar que no creo que Gallego vea en el fascismo, tal y como le ha achacado del Arco y como el propio Gallego señala en su réplica, una cultura política movida por el mero pragmatismo, sino más bien todo lo contrario: fe y convicción que traslucen claramente en un discurso donde una condición sine qua non para la consecución de cualquier otro objetivo es la consecución de un amplio y radical consenso ideológico, un lenguaje compartido, un espacio político y un horizonte de significados compartido y una masa social, y aquí eran claves, por supuesto, los mitos, la propaganda y la liturgia, como parte del escenario histórico y el espíritu fascistas. No obstante, sin la forja de ese movimiento representativo del conjunto de la contrarrevolución resulta inconcebible la consecución de cualquier otro objetivo. Estudiar al fascismo en movimiento nos enseña que en ocasiones los objetivos varían en su concepción y en el modo de alcanzarlos, pero no en el deseo de hacerlo. Y la realidad es que Gallego ha insistido por activa y por pasiva en sus trabajos en interpretaciones que tratan de aclarar y mostrar las claves sociales, culturales y políticas que explican cómo el franquismo logró “un apoyo social destacado y” configuró “las bases que le hicieron llegar al poder y mantenerse”.

La puesta en escena era esencial para el fascismo, no como instrumento, sino como fin en sí mismo y como espacio en el que habría de tener lugar la historia. Discurso y estética se convirtieron en formas de sublimar y codificar la realidad en clave mito-poética.

La puesta en escena era esencial para el fascismo, no como instrumento, sino como fin en sí mismo y como espacio en el que habría de tener lugar la historia. Discurso y estética se convirtieron en formas de sublimar y codificar la realidad en clave mito-poética.

Igualmente, en respuesta a Gallego el profesor del Arco sostiene que considerar fascista a la Falange posterior a la guerra supone forzar hasta la ruptura las costuras del concepto “fascismo”, provocando su implosión semántica hasta hacerle perder sentido. Una vez más parece tratarse de una cuestión de grado o matiz, pero desde mi punto de vista se trata de algo definitorio de toda una época, de una cuestión raíz. Frente a ello, el propio Gallego defiende que ha habido una tendencia a la deconstrucción en el análisis del fascismo que ha pretendido poner en cuestión la amplitud y heterogeneidad de un fenómeno que se aceptó como tal en su día y que buscó un proyecto en común, de ahí esa diversidad. Desde mi punto de vista, esta actitud hacia el fascismo podría tener mucho que ver con el hecho de que aceptar una comprensión amplia de éste implicaría de forma neta a muchos millones de hombres y mujeres en dicha experiencia política y que, de otra forma, quedan eximidos de toda responsabilidad o, como mucho, sumidos en un paréntesis o un error puntual. Pero la realidad es que dicha implicación nacida de la fe y la determinación más profunda existió y se dio de forma evidente en millones de personas, algo demostrado a través de diferentes niveles de complicidad en el caso alemán por historiadores como Robert Gellately o Götz Aly. Quizás se trata de cuestiones que, sin ser asumidas directamente por muchas personas, acaban actuando a nivel subconsciente, pero no obstante contribuyen sobremanera a explicar los fenómenos dictatoriales tanto como los instrumentos represivos, la mera desafección política y el control social, algo bien sabido por la mayor parte de la comunidad historiográfica de nuestro país. De hecho, para Gallego no es extraño que sea el fascismo la cultura política que más dificultades ofrece a la hora de ser identificada, sobre todo por la gran cantidad de sensibilidades y formas de entender el mundo que reunió en torno a él, formas variadas bajo las cuales sigue siendo visto a día de hoy. Por ello señala que lo que en el comunismo es visto como estrategias en el fascismo se entiende como traición a sus principios y, por tanto, desnaturalización. De hecho, en su día se tildó a muchas manifestaciones del comunismo como desviaciones o meros sucedáneos, tal y como ocurre hoy con el fascismo. Así pues, parece sensato pensar que el tratamiento específico del fascismo como fenómeno de la contemporaneidad tendría mucho que ver con esa revocación moral que intenta casi de forma inconsciente limitarlo en su alcance y aislarlo.

Detención y deportación de población civil durante el Levantamiento del Gueto judío de Varsovia entre abril y mayo de 1943.

Detención y deportación de población civil durante el Levantamiento del Gueto judío de Varsovia entre abril y mayo de 1943.

Otra de las muchas cuestiones en las que abundan del Arco y Gallego es la cuestión social en el fascismo, que en mi opinión aparece claramente atravesada por la nacional, algo que se colige claramente de las reflexiones del segundo. No obstante, no es menos cierto que presuponer una ausencia de interés del fascismo en la mejora de la vida de los trabajadores –de la comunidad nacional o el pueblo, hablando en sus propios términos y de forma más amplia– puede resultar problemático y llevarnos a observar el discurso fascista, su liturgia y sus mitos como mera retórica instrumental, algo contra lo que advierte el propio del Arco. La realidad es que en el seno del fascismo hay una voluntad de progreso, en la línea de la tradición ilustrada pero dentro de un camino diferenciado, partiendo de un nuevo comienzo; el problema pasa por entender por qué términos se caracteriza dicho progreso, cómo y a quién beneficiaba. Para Gallego, la política social del franquismo se puede entender en términos similares a la alemana, de la cual es buen conocedor y hace un amplio desglose, señalando que estaría orientada en dos direcciones: la consecución del pleno empleo y la superación de la lucha de clases o las divisiones que aquejaban al cuerpo de la comunidad nacional, sobre todo por medio del “honor del trabajo” y de la participación directa en la gran empresa colectiva que sería el Nuevo Orden, para lo cual se ensayaron diversas vías encaminadas a la homogeneización –lo que en términos de Mosse equivaldría a una nacionalización de las masas–. En este sentido, Gallego defiende que las brechas sociales irreparables y la desafección hacia el franquismo provocados por la violencia derivada del golpe, las exigencias de la guerra civil y las consecuencias inherentes a ambas deben ser comparadas con lo ocurrido con el proyecto fascista en Italia a partir de su entrada en la guerra en junio de 1940. La devastación y las exigencias derivadas de la guerra limitaron claramente la política social del franquismo.

"Apoya esta obra benéfica. Madre e hijo". La resignificación del papel de la mujer en la sociedad como reproductora sería fundamental en el proyecto de reconstrucción de la comunidad nacional y los valores de la clase media propugnada por el fascismo.

«Apoya esta obra benéfica. Madre e hijo». La resignificación del papel de la mujer en la sociedad como reproductora sería fundamental en el proyecto de reconstrucción de la comunidad nacional y los valores de la clase media propugnada por el fascismo.

Para acabar, simplemente me gustaría dejar abierto ese puente al entendimiento contenido de por sí en ambas réplicas, y es que yo creo que tanto del Arco como Gallego, cada uno a su modo, legítimos ambos, tienen interés por dibujar eso que el primero describe como lo fundamental en nuestro trabajo como historiadores: “el contenido del lienzo del pasado que miramos, con su complejidad, sus tonos variados y sus matices”. Sus obras, muy extensas ya a estas alturas, son la mejor muestra de ello. Seguir buscando los contenidos de ese lienzo debe ser nuestro objetivo, y por ahí deben continuar nuestros pasos. Por eso, dejaremos abierta en todo momento la posibilidad a participar de este debate a todo aquel o aquella que se crea en condiciones de aportar cualquier cosa de interés, simplemente tenéis que poneros en contacto conmigo vía mail (david.alegre.lorenz@gmail.com). Estaremos encantados de recibir vuestros comentarios y reflexiones. A continuación podéis acceder de forma abierta y completamente gratuita a los textos del debate. Por nuestro lado simplemente nos queda agradeceros el seguimiento que estáis haciendo de éste e invitaros una vez más a participar del modo que consideréis más oportuno.

TEXTOS PARA DESCARGA:

Miguel Ángel DEL ARCO: «Coincidencias y discrepancias en torno a la caracterización del franquismo como fascismo. Réplica al profesor Ferran Gallego»

Ferran GALLEGO: “El fascismo, la crisis de la conciencia liberal y la reconstrucción de la cultura burguesa en Europa. (Algunas observaciones a la réplica de Miguel Ángel del Arco Blanco)”

Esta entrada fue escrita por davidalegrelorenz y publicada el 14 agosto, 2014 a las 1:10. Se guardó como Debates, interpretaciones y método, Mesa de debates y etiquetada , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Añadir a marcadores el enlace permanente. Sigue todos los comentarios aquí gracias a la fuente RSS para esta entrada.